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Sherlock Time de Héctor G. Oesterheld y Alberto Breccia (1958)
La genialidad, a veces, no nace por generación espontánea, sino que
es fruto de una labor paciente y callada, de un tira y afloja consciente
y consecuente, actos de amor hacia los géneros que van estilizando
corrientes y creando pequeñas obras maestras que desembocan, con suerte,
en grandes títulos.
Oesterheld y Breccia ya eran dos veteranos en el campo de la
historieta. Con casi cuarenta años a sus espaldas, ya habían hecho mucho
y bueno dentro de sus campos respectivos. Lo sorprendente es que
todavía les quedaba mucho por crear, aún más excelente. Quizás Sherlock Time fue el título que los puso en el camino para convertirse en los dos más grandes autores de historietas en español.
Ecos de Borges, de Sábato, de Cortázar y Matheson, de Campbell y
Lovecraft, Lovecraft sobre todo (¡y cuánto se ha perdido, ay, desde que
los cómics han dejado de fijarse en el referente de la literatura para
crear sus mitos!), jalonan las historias cortas de este detective
improbable, con rostro de boxeador bonachón, y de su adláter, su
conciencia humana, su reverso entrañable en forma de ensoñador jubilado
adecuadamente apellidado Luna, el inevitable Watson que el pintoresco
nombre del personaje necesita. Se ha dicho que Time y Luna son
precedentes, borradores o primeras versiones de lo que luego serían Mort
Cinder y Ezra Winston, pero una lectura atenta, como sin duda debe
hacerse de este título, nos muestra que unos y otros tienen
características propias que no tienen por qué palidecer por la
comparación casi obligada.
En Sherlock Time la aventura es todavía el detonante de la
acción, un misterio que lo mismo se decanta hacia el terror que a la
ciencia-ficción. El inteligente Oesterheld cuenta en primera persona
las impresiones de Luna, y es ésta subjetividad y esta debilidad del
personaje la que nos atrae hacia el inefable Sherlock Time y su
torre-cosmonave, su misterio de personaje más grande que la vida
enfrentado a lo inexplicable. El no menos inquieto Breccia dota a sus
pinceles de un trazo seguro y entrecortado, los inicios de una
experimentación que harían luego de él un creador único en la historia
del medio: las manchas de sombra se convierten en algunos episodios en
asfixiante ser que envuelve a los personajes y al lector mismo; los
gestos de sorpresa y terror se van apoderando de unos rostros a quienes
roban sus proporciones para convertir en caricaturas de sí mismos que
tienen mucho de calavera y muerte. Las historias se vuelven puro
contraste de estilos y ambientes, de personajes que se pierden o se
enfrentan a terrores inimaginables, y siempre sin perder de vista que la
sorpresa y la maravilla y el asombro y el terror existen porque, en el
fondo, tanto Luna como Time tienen los pies bien pegados a la Tierra y
la inquietud de los lectores es la inquietud que ellos filtran.
Cada episodio es distinto al anterior, y a la vez encaja en una
cosmogonía privada, una mezcolanza de miedos ancestrales y deseos de
futuros luminosos donde la ciencia-ficción aumenta el misterio porque el
mañana es tan insondable como atractivos son los huecos del pasado que
no se entiende: Sherlock Time conjuga los géneros con la
sabiduría de quien encuentra en cada pincelada un filón, sugiriendo
cuando es necesario, detallando cuando se antoja. Tanto misterio causa
la sombra como la luz misma, tanta emoción se oculta en las nieves de la
antártida como en un colectivo bonaerense, la misma tensión produce un
monstruo de tres ojos que una simple, insistente, tenebrosa gota.
Sinopsis gracias a Rafael Marín de Umbrales
Idioma: Español.
Editorial:
Enedé
Año: 1958
Guion:
Héctor G. Oesterheld
Dibujo: Alberto Breccia
Escaneador:
UltronXII (CRG)
Archivos:
1
Formato: CBR.
Tamaño: 59.4 MB
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